
El ataque perpetrado por Tucho Fernández y sus sayones contra la Santísima Virgen –lamentablemente rubricado por el Papa- es un golpe duro contra la Tradición en su conjunto, sino también contra al alma de cada católico fiel que se dirigía a Ella, en cualquiera de sus advocaciones. Si bien la condición de Corredentora no era de las más corrientes, estaba implícita en el Ave María, donde se pedía que rogase por nosotros “ahora y en la hora de nuestra muerte y en la Salve:” a ti clamamos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas” y que nos mire “con esos sus ojos tan misericordiosos”.
En cuanto a su condición de Mediadora de todas las gracias-fiesta oficial de la Iglesia- baste recordar los innumerables pedidos para conseguir la gracia de la salvación, y en cada situación difícil en el plano personal, en necesidades de cualquier orden,
Me animo a decir entonces que los católicos de a pie estamos descoyuntados y partidos al medio, viendo que se relega a nuestra Madre del Amor Hermoso, por decisión del propio Vaticano.

Este es un punto de inflexión en la historia de la Iglesia y en nuestras propias historias y la culminación del embate de la secta modernista contra la Virgen, reiterado públicamente por la variante bergoglista (ver la fruición con que Elisabetta Piqué, devota secuaz del finado, lo comenta.)
Es la instalación del “hombre nuevo del Vaticano II”, sin la misa tradicional y sin la Virgen.
Para su desgracia, no saben con quién sen metido: Dios no tolera que se mancille a Su Madre. Serán castigados son sumo rigor y en poco tiempo.


















